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Locura a través del tiempo

LA SAGA DE LOS VISITANTES
Jean Reno y Valerie Lemercier

Corría el año 1993 cuando se estrenó Los visitantes ¡no nacieron ayer!, una película francesa que llegó a alcanzar el número 1 en la taquilla gala ante el pasmo de los críticos que la atacaron sin piedad. El mismo presidente de la República llegó a declarar que no entendía el éxito tan espectacular de esta película de Jean-Marie Poiré por la siguiente razón, a la gente llamésmole culta e intelectual no les gusta nada que triunfen las comedias cómicas que llenen de carcajadas las salas. Éxito que se exportó y llegó hasta España.
La trama mezcla la historia medieval con el astracán más desaforado. Un caballero feudal (Jean Reno) debe viajar con su escudero (Christian Clavier) por el tiempo para impedir una muerte accidental gracias a los hechizos de un mago. Sin embargo un error en la fórmula les lleva a finales del siglo XX encontrándose en una sociedad que no comprenden.
Toda la gracia de esta aventura, muy bien realizada de ritmo ágil y vivaz, radica en el contraste. Los visitantes del medievo se comportan como en su tiempo con ademanes bruscos y desconsiderados en una sociedad repleta de pijos estirados y orgullosos a los que ponen repetidamente en ridículo.
Deben de regresar a su tiempo pero no saben cómo. Pero mientras tanto nos encontramos con numerosas escenas divertidas.

Christian Clavier y Jean Reno

Las secuencias divertidas se suceden a un ritmo desenfrenado. Resulta curioso que la trama está ejecutada con total seriedad. No estamos ante la típica grosería de los subproductos tipo Ozores, la grosería de los personajes está justificada por la situación y mostrada con elegancia visual sin caer nunca en la zafiedad. El mundo medieval está perfectamente conseguido y los dos personajes centrales muy bien construidos, su tosquedad es hilarante en los decorados en que se desarrolla la acción como el anterior castillo reconvertido en un lujoso hotel regentado por un descendiente del escudero.

Aparecen también otros personajes como la vagabunda que tiene un romance con el escudero, una mujer sin techo que vive entre plásticos en la más radical pobreza mientras el entorno hipócrita vive en la opulencia. Un entorno que se cree avanzado y democrático y que es insensible ante ese drama humano que es la exclusión social.
Por eso, al ser ridiculizados no nos dan pena. Eso nos recuerda a Charlie Chaplin que cuando ponía en ridículo a alguien sabía que ésta debía ser alguien que al público le cayera mal, un ser opulento y orondo al que el vagabundo siempre le propinaba batacazos y patadas.
Aquí es gente pija, muy pija, como el descendiente del escudero que es incluso falsamente afeminado, pretencioso y ridículo.

Como la película tenía un final abierto, Los visitantes regresan por el túnel del tiempo (1998) supuso una oportuna continuación que debía haberse completado con una tercera. Pero desgraciadamente no fue así. Un productor norteamericano vio la primera película en un vuelo aereo y le hizo tanta gracia que decidió rodar un remake. Pero de ello hablaremos más adelante.
La segunda parte tiene también un final abierto y al no rodarse la tercera la trama no queda cerrada.
Es una película que tiene más ambición industrial y que incluso supera a la anterior repitiendo localizaciones y reparto con alguna salvedad, la protagonista femenina es sustituida. Aquí los viajes en el tiempo son más frecuentes porque por error o mala intención alguien del siglo XX se encuentra inesperadamente en plena Edad Media llevándose desagradables sorpresas.

Además la acción transcurre en tres tiempos diferentes porque viajan incluso a la época de la Revolución francesa. Christian Clavier interpreta muchos personajes distintos dando pruebas de su gran versatilidad.
Toda la trama gira alrededor de unas joyas que se perdieron en el siglo XX y que urge recuperar para cerrar el túnel del tiempo. Las escenas de acción están muy bien realizadas y son espectaculares. El éxito se repitió pero por desgracia no hubo tercera parte.


Se rodó eso si una versión norteamericana con el mismo director y mismos protagonistas, aunque con los nombres cambiados. Dos colgados en Chicago (2001) fue todo un fiasco. El director cambió su nombre por vergüenza, llamándose Jean-Marie Gaubert.
La película carece de ritmo, de gracia, no sorprende. Es todo light porque desaparecen los ambientes pijos y estirados que provocaban hilaridad en las dos versiones francesas, además los dos actores principales se ven descafeinados, como amordazados. Hollywood, incapaz de comprender la comedia original, destroza el material con recortes presupuestarios, un rodaje más rápido y escasa enjundia cerebral.
El descalabro fue total y en España la vimos con un título infumable.
Sin embargo las dos películas de la trilogía inconclusa se han convertido ya en películas de culto que por desgracia no tuvieron continuidad.
A Jean Reno le volvimos a ver en las dos entregas de La Pantera Rosa con Steve Martin y Christian Clavier un año después fue un espléndido Napoleón.

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